martes, 8 de marzo de 2016

Rutina para sobrevivir

Divergencia en Madrid. 2014.

Seis de la mañana, suena el despertador, cinco minutos más por favor.
En la cama, tibia y suave, dormimos. Hoy somos tres.
A un lado, el chiquito que está creciendo y al que los tobillos le han estado doliendo toda la noche. Árnica va, árnica viene.
Al otro lado se acurruca la muchacha que ya es mayor pero huye del despertador y se esconde bajo mi ala. Todavía.
Mimos a un lado y al otro. Pereza. Caricias.
Soy consciente de que momentos como estos son preciosos y únicos. Se hacen mayores y con ellos, quizá pueda terminar de crecer yo también.

Seis y media, más de la mitad estamos ya levantadas, me aseo, me maquillo, me peino, me visto. Toda yo soy un esfuerzo por verme bien. Ojeras fuera.

Seis y cuarenta, preparo bocadillos para todos, la fuerza de la media mañana, el café, leche, recoger la cocina, despertar al resto de la casa. Uñas y maullidos a mis pies, también ellas, las gatas peludas y adorables merecen comer y mimos.
¿Te lavaste los dientes? ¿Tienes la llaves? Suerte en el examen. Vamos levántate ya que bajo a la parada con tu hermana...

Siete de la mañana. La parada está fría y tenemos nuestros diez minutos de charla, hoy no hay enfado preadolescente ni mal humor. Doy las gracias por lo bien que está saliendo este primer año de instituto. No bajar la guardia, me recuerdo.

Siete y cuarto, subo a casa y doy los buenos días en África, estoy aprendiendo que no es imprescindible, ni obligado.

Siete y cincuenta, estamos vestidos, desayunados, la merienda en la mochila, la comida en la bolsa con el termo, hoy llevo tenis, no tacones, es previsible un día largo.

Ocho y diez, adiós miamor, te quiero mucho, te recojo esta tarde, Me ha pedido hace poco que no le desee buen día, prefiere que le diga te quiero, quinto de primaria puede ser muy duro a veces. Autopista y Radio3, mi momento, hoy mi diálogo interior no es muy asesino, sobrevivo a mis primeros pensamientos.

Ocho y media, aparco en el trabajo, curioseo rápidamente el teléfono por si hay algo interesante o mejor, buscando una excusa para detenerme. ¿Mimos? Ficho la entrada. El primer café. Suspiro y me siento.

De ocho y media a cinco de la tarde, me deslizo entre cálculos, registros de impresión, de corte, tiras de control, ordenadores, café, pliegos de papel impreso y objetivos cumplidos. Trabajo es trabajo. A mediodía confirmo con un wasap que la mini guerrera está en casa y almorzando, esa llamada no es negociable. Furtivamente acuerdo una cita en la biblioteca para hablar de un pequeño proyecto que haré en dos semanas. Lo de furtivamente es literal. Hay vida fuera de estas paredes y me gusta.

Cinco y diez, colegio, ¿hiciste la tarea? ¿cómo fue el examen? ¿En serio es posible meter un gol es esa posición? La agenda.

Cinco y media, casa, al fin. Preparo una merienda sana y riquísima a base de ensalada de frutas natural tamaño gigante para mis dos cachorros hambrientos. Hay que animarse con estas comidas sanas porque no siempre me salen bien. Se quedan encantados y mi conciencia también.

Llegada a este punto, parece que he cumplido y sobradamente. Además, he estado leyendo algunos textos sobre el día de la mujer y las reivindicaciones de tal condición, la mía. Me digo que me apetecería escribir algo, pero algo mío, no difundir algo curioso o divertido. Generar contenido propio y de paso, reflexionar.

Entre las seis de la tarde y las diez y media de la noche he ido a la reunión, he pasado la itv, los cachorros han estudiado, se han duchado y han cenado (croquetas y todo les he hecho). Se han acurrucado cada unos con su gata correspondiente (bendita la hora en que adoptamos a esas peludas) y se han dormido con mi beso y su ronroneo, cada uno en SU cama.
Además, he preparado el material para el taller que empiezo mañana de ArteTerapia junto a una de mis mejores amigas, bueno, lo he dejado tirado en la mesa de la cocina, pero está.

Y ahora, con la  mesa revuelta de fotos e ideas para una acción que haré el día del padre sobre la mujer creadora y las tradiciones, que además será remunerada (¡¡Olé, olé y olé!!) caigo en la cuenta de que esto es ser mujer para mi. Cubrir muchas áreas que cubren el cuerpo y el alma y... ¿Llegar exhausta al final del día?

Once y media de la noche, termino de redactar esto ya, quiero ducharme y meterme en la cama. En verdad ha sido un día largo, hago balance y me digo que he avanzado otro poco ¿poco?.

Hay cosas que no he hecho como ir a entrenar, tener sexo o tomarme una copa de vino, tampoco he puesto ninguna lavadora ni he visitado a nadie. Eso sí, he dejado algunos me-gusta  y algunos me-encanta en redes sociales, he tenido un poco de presencia para que se note que estoy viva ¿viva?.

Y como cada noche desde hace tiempo, se me ocurre pensar que igual estoy haciendo más cosas de las que caben en las horas y que alguien está pagando las consecuencias. ¿Seré yo?

Cada vez sé con más certeza que ningún príncipe vendrá a rescatarme y que cuando toca jugar sola tengo que aceptarlo y seguir llenando de mimos los espacios vacíos.

También aprendo que lo de llorar a escondidas parece cosa de mujeres, porque igual que la menstruación, va por ciclos y en todas las tormentas siempre acaba por salir el sol.

Ser mujer es ser todo, arriba y abajo, sol y nevada, risa y llanto.
Es la diversidad absoluta en un solo cuerpo.

Me voy a dormir.