jueves, 25 de diciembre de 2014

Motas de Polvo

Con corazón

Tengo un hogar.
Tengo suerte.
Mi hogar está lleno de ideas, son como Motas de Polvo que revolotean y se posan a veces aquí, a veces allá; y a veces se escapan por la ventana que me dejo abierta (siempre me dejo alguna ventana abierta). Nunca están quietas (las Motas).

Tengo un hogar.
Tengo suerte.
Tengo un espacio de Arte/Artista sagrado y privado que se esconde detrás de la ropa para planchar, un plumero y los recibos del banco, entre otras miserias.
Es una mesa en la linde del caos, que alberga a su vez otro caos, el de los proyectos a medias, los papeles recogidos del suelo para el collage definitivo y las ganas, las malditas ganas que no se sacian nunca.

Tengo un hogar.
Tengo suerte.
Y me guste o no, el desorden de este hogar, incluso en un día como hoy, forma parte de mi desorden mental. De alguna manera están conectados y son responsables el uno del otro.

Se me ocurre, a veces, que si logro ordenar el espacio, mi cabeza encajará todos los proyectos y las ideas que revolotean saldrán adelante en desbandada...
Otras, se me ocurre que si acabo tal o cual proyecto, las ganas de limpiar aparecerán y todo estará reluciente como la exposición que monté o el trabajo que (por fin) acabé. Que todo será PERFECTO.

Pero soy una mentirosa compulsiva en esto, le miento al hogar y a la mesa del estudio. Le miento a las ganas de limpiar y eso viene devuelto con montañas de pelusas grises que corretean por los bajos. Me miento a mí misma, una y otra vez. Porque sé que es la capacidad de trabajo lo que hace que funcione y sé que será IMPERFECTO por siempre jamás. 

Tengo un hogar.
Tengo suerte.
Está lleno.
Lleno de pelusas, de motas, de libros maravillosos dejados por todas partes, de hormigas que no se enteran de que llegó el puto invierno, de baños que exigen que se les preste atención, de bombillas que se funden, de edredones mullidos y recién lavados, de juguetes dejados en el salón, de pinceles en remojo desde hace más de un mes, de aguja e hilo que descansan junto a calcetines con agujeros que a su vez miran el huevo de madera (sí, ése que era de mi abuela).
Está lleno de notas de papel con ideas apuntadas porsisemeolvidan, de tazas fuera de su sitio con restos de café, de dibujos infantiles llenos de amor, de regalos que vinieron de afuera para quedarse, hay un trozo de plato roto bajo el sillón, muy al fondo (y no me enorgullezco de ello), flotan aromas de gente que extraño y de pelo recién lavado, hay ausencias que duelen a ratos y presencias que gastan mi rol de madre (mamimamimamimami), hay monedas que no necesitan dueño porque son para todos, hay objetos inútiles que son bonitos y faltan objetos útiles (como una tele) que afean la vida, hay cosas que se irán (lo juro) y siempre habrán cosas que quieran venir (espero).

Y además está lo que no se ve: los besos, los suspiros, los mares de lágrimas, las discusiones y los reproches, las canciones de cuna y las tablas de multiplicar, el color carne, el jarabe para la tos y los orgasmos, las noches en vela para cuidar, para trabajar, para hacer el amor, para limpiar (si, para eso también) o para hablar. Las sábanas llenas de orines y otros líquidos, sábanas llenas de besos, de abrazos, de consuelos, de dolores de barriga, de monstruos, de sueños, de cabecitas dulces y perritos de peluche, de soledades...

Tengo un hogar.  Tengo un espacio de Arte.
Tengo suerte.
Ya es hora de que lo reconozca, lo entienda y lo acepte. Y acepte vivirlo tal como es.
Porque yo soy así por dentro por cómo es mi hogar, o mi hogar es así por cómo soy por dentro.
No estoy segura. Nunca se está seguro de nada. Quizá suceda todo a la vez.

Tengo un hogar. Tengo un espacio de Arte.
Tengo suerte.
Así seamos 1, 2, 3 ó 5.
Donde esté yo, estarán mi hogar y mi estudio. 
Por eso a veces prefiero irme a una cafetería a dibujar, mientras me tomo una caña.

Whatever.

Ahora mientras duermen o viajan o juegan:
Toca ordenar y limpiar...
...o seguir dibujando.

Feliz Navidad


Sin parar, un ratito a pie y otro caminando